lunes, 4 de septiembre de 2017

Carta a Belén sobre la depresión



            Querida Belén:

Lamento mucho saber que murió tu pececito. Podrás preguntarte: con tantos problemas en el mundo, ¿cómo puedes sentir tristeza ante algo tan insignificante? Pero, la verdad es que muchas personas pueden sentir luto por la muerte de alguna mascota, y esto no es nada anormal. Catulo, un poeta romano, escribió un famosísimo poema en honor al gorrión de su amante Lesbia, pues alcanzó a ver que ella estaba deprimida por la muerte del pajarito. Aun traduciéndolo, el poema es muy bello: “Oh amores y anhelos/ y cuantos hombres existáis sensibles a la belleza/ Lamentaos; ha muerto el gorrión de mi amada/ su gorrión, deleite de mi niña / al que cuidaba más que a sus propios ojos”.
            Lo que sí sería anormal, no obstante, es que mantengas esa tristeza indefinidamente, al punto de que no puedas operar bien en tu vida diaria. Desde hace muchos siglos, los médicos han observado que algunas personas están constantemente tristes, y no hay nada que pueda alegrarlos. Hipócrates, un médico de la Antigua Grecia, llamaba a estas personas melancólicos, y seguramente de vez en cuando oyes la palabra melancolía. 

Hipócrates pensaba que las enfermedades, pero también los estados de ánimo, se debían a desbalances en cuatro sustancias que, según él, conforman el cuerpo humano. Él los llamó los humores, y de ahí viene nuestra expresión Fulanito está de mal humor (es la idea de que alguien está molesto o triste, porque una de esas sustancias está desbalanceada). Los cuatro humores, según Hipócrates, eran la bilis negra, la bilis, la flema y la sangre. Cuando una persona tiene excesiva bilis negra, la persona se deprime. Negro en griego es melas, y bilis es khole, así pues, la enfermedad de la tristeza es la combinación de melas y khole, la melancolía.
Hubo también otras teorías curiosas sobre el origen de esta enfermedad la tristeza. Algunos decían que el planeta Saturno influía en el estado de ánimo de las personas (ya sabes que la astrología enseña cosas rarísimas), y así, a veces se usaba la palabra saturnino para describir a las personas que estaban siempre tristes. O, también se llegó a pensar que un demonio se apoderaba de alguien, y lo hacía entrar en una profunda tristeza.
De hecho, la Iglesia postuló que el estar siempre triste es un pecado. Seguramente has oído hablar de los siete pecados capitales. Pues bien, uno de ellos es la pereza, pero originalmente, era distinto a lo que hoy se entiende. Hoy, dirías que alguien es perezoso cuando no quiere trabajar; antaño, la pereza se entendía más bien como la emoción que viene de estar descontento con el mundo, y como consecuencia, no querer trabajar.
            A mí me parece muy bien que la Iglesia haya entendido que hay gente que sufre crónicamente un estado de tristeza. Pero, decir que eso es un pecado, es lamentable. Casi nadie elige estar triste. Y, en todo caso, amenazar a alguien con ir al infierno (como hacía la Iglesia, pues, este pecado, al ser capital, supuestamente podría llevarte al infierno) no es un método muy terapéutico. Si estás triste, y el cura te dice que, precisamente por estar triste, vas al infierno, ¡eso te hunde aún más en la tristeza! Además, a mí no me parece, Belén, que la Iglesia sea muy apta en alegrar a la gente. Ver un via crucis hace llorar de tristeza. Y, la música gregoriana podrá ser muy bella, pero alegre, ciertamente no es. Insúltame si lo deseas, pero yo me alegro más con un reguetón. Con todo, cuando se trata de música, hay para todos los gustos, y supongo que la música gregoriana alegrará a algunas personas raras. Y, ciertamente, desde hace siglos, la música se ha utilizado como tratamiento para la gente deprimida. En muchos casos, funciona bastante bien.
            En fin, gente crónicamente triste la ha habido en todas las épocas, y los psiquiatras y psicólogos piensan que eso es una enfermedad mental. Se le llama el trastorno depresivo mayor. Cuando a alguien se le diagnostica esta enfermedad, se encuentra constantemente en un estado de tristeza. La persona no se alegra con nada. Antes de la enfermedad, quizás la persona sentía entusiasmo haciendo alguna actividad. Si está deprimida, pierde el entusiasmo ante estas actividades. A esa falta de entusiasmo ante las actividades, se le llama anhedonia.
            Las personas deprimidas suelen perder peso significativamente, aunque algunas pueden más bien aumentar de peso significativamente (a veces, tratan de encontrar escapatoria a su tristeza en la comida, sólo para descubrir que eso tampoco los satisface). También les cuesta dormir, aunque en algunos casos, pueden dormir excesivamente (quizás como un mecanismo para escapar de su triste realidad).
            Es relativamente fácil identificar a una persona deprimida, al ver que todo lo hacen lento. Les hablas, y tardan en responderte; es como si no estuvieran conectados contigo. Caminan lento, comen lento, se mueven lento. Es más o menos de sentido común: cuando estás contenta y eufórica, te mueves rápido; cuando estás deprimida, te mueves lento. Los deprimidos suelen estar muy cansados a toda hora, y se les hace difícil concentrarse. Cuando conversan (si acaso conversan), dicen que la vida no tiene sentido, y pueden pensar continuamente en el suicidio.
            Cuando alguien te diga que quiere suicidarse, Belén, toma muy en serio esas palabras. Podrás creer que se trata de chantajes, y que las personas que hacen estas amenazas no las cumplen. Pero, eso es falso. Las amenazas de suicidio se cumplen. Si sospechas que una amiga está en riesgo de suicidarse, deberías llevar a esa amiga al médico urgentemente. Dependiendo de cuán grave sea el riesgo de que se suicide, podría ser necesario hospitalizar a tu amiga. Los médicos siempre dicen que nadie debería ser hospitalizado sin su propio consenso, pero en casos de riesgo de suicidio, hacen una excepción. En esos casos, los médicos recomiendan hospitalizar al paciente, aún en contra de su voluntad.
            A veces puede ser difícil encontrarle sentido a la vida. Pero, para mantener tu salud mental, Belén, debes tratar de encontrárselo. Y efectivamente, la gente que se suicida, suele no ver sentido en seguir viviendo. Lamentablemente, no tengo para ti una fórmula mágica de cómo encontrar ese sentido. Pero, te diré que un psicólogo, Viktor Frankl, escribió un famoso libro (El hombre en busca de sentido) explicando cómo él mismo lo logró. Frankl estuvo en un campo de concentración nazi. ¿Puede haber algo más deprimente que eso? En ese campo, él veía a mucha gente morir de tristeza, e incluso suicidarse. Pero, Frankl descubrió que sobrevivían más aquellos que se planteaban proyectos, por muy tontos que parecieran. El estar continuamente pensando en metas, te mantiene protegida frente a la depresión. Proponte aprender a tocar guitarra; o a ayudar a las ancianitas a cruzar la calle, o a leer La guerra y la paz, o a encontrar la cura para el cáncer… Lo importante, Belén, es tratar de mantener cierto optimismo frente a las cosas. Eso no significa que te engañes a ti misma y digas que todo es maravilloso, cuando obviamente no lo es. Pero, sí significa que, aun en un escenario muy deprimente (como el que Frankl vivía en el campo de concentración), puedas encontrar pequeñas cosas que, a la larga, le darán sentido a tu vida.
            En todo caso, no hay una varita mágica para poner fin a la depresión. Encontrar sentido a las cosas, como lo proponía Frankl, puede ayudar. Pero, no debes perder de vista que la depresión tiene causas muy complejas. Y, también debes tener presente que todos hemos estado deprimidos alguna vez en nuestras vidas, pero eso no significa que suframos algún trastorno. Piensa en un domingo en la tarde con lluvia, sin poder salir de tu casa… ¡vaya tristeza! Por esto, los psiquiatras y psicólogos insisten en que, para diagnosticar a alguien con el trastorno mayor depresivo, los síntomas de depresión deben ser intensos y continuos, y deben durar al menos dos semanas.
            Hay personas que tienen síntomas depresivos, sin necesariamente llegar a contemplar el suicidio, o tener la intensidad que sí se tiene en el trastorno depresivo mayor. En esos casos, los psiquiatras y psicólogos diagnostican distimia (o, más correctamente, el trastorno depresivo persistente). Puedes pensar en la distimia como una forma más leve de depresión, pero también más persistente. La gente que sufre un trastorno depresivo mayor tiene buenas posibilidades de curarse y no volverse a deprimir; en cambio, la gente que sufre distimia, suele vivir con esa condición toda su vida.
Es posible, que la gente se sienta deprimida cuando no tenga suficientes cantidades de dos químicos particulares en su cerebro: la serotonina y la norepinefrina. Muchos psiquiatras dicen que, ante todo, la depresión debería tratarse con drogas que hacen aumentar los niveles de estos químicos en el cerebro. Prometo escribirte una carta sobre estas drogas en otra ocasión. Como complemento de las drogas, hay psicoterapias (es decir, tratamientos que constan de entrevistas y conversaciones) que ayudan a sobreponer la depresión. También prometo escribirte una carta sobre esto.
Hay también muchas circunstancias en la vida que pueden generar depresión. Parece que hay una base genética. Más o menos el 1% de la población mundial sufre alguna forma de depresión, pero si tienes una hermana gemela idéntica con depresión, las probabilidades de que tú también te deprimas es del 75%. Y, como sabrás, Belén, hay algunos eventos en la vida que pueden generar tal grado de tristeza, que pueden conducir a un trastorno depresivo: la muerte de un hijo o de una pareja sentimental, la pérdida de un empleo, etc. También hay algunas condiciones sociales que incrementan el riesgo de depresión: la pobreza, ser miembro de una minoría étnica, las guerras.
La depresión también está asociada con aquello que los psicólogos llaman indefensión aprendida. Esto es la tendencia que tenemos a que, cuando sufrimos derrotas, nos acostumbramos a ellas, y nos rendimos ante las adversidades, aún si son pequeñas. Sobre este asunto, un psicólogo, Martin Seligman, hizo unos experimentos muy interesantes. Seligman tomó una jaula, y la dividió en dos. Las dos mitades estaban separadas por una cerca no muy alta. De un lado, había cables que enviaban descargas eléctricas. Seligman colocaba ahí a unos perros, y cuando éstos sufrían las descargas, los perros inmediatamente saltaban la cerca e iban al otro lado para estar a salvo. Pero, a algunos perros, Seligman les administró descargas eléctricas sin posibilidad de que escaparan. Cuando Seligman colocó a estos mismos perros en la jaula dividida en dos, los perros no buscaban saltar la cerca para escapar.
Esto aplica a los seres humanos. Cuando una persona se siente desmoralizada por las adversidades previas, eventualmente aprende a estar indefensa, y se resigna a sufrir, aun cuando en realidad, no es muy difícil superar el obstáculo. Es como si suspendieras tres exámenes seguidos en un curso, y ante esos fracasos, asumes que no tiene sentido seguir estudiando. Así, dejas de estudiar y suspendes el curso entero, aun si los siguientes exámenes son ya mucho más fáciles.
Cuando las personas se esfuerzan en hacer cosas, pero no obtienen recompensas (o, como se le llama en psicología, refuerzos positivos, ¿los recuerdas?), están en mayor riesgo de deprimirse. Eso es una forma de indefensión aprendida. Incluso, su depresión puede en sí misma ser reforzada positivamente. Por ejemplo, al estar deprimida, los familiares de esa persona pueden dedicarle más atención, y eso hace que, inconscientemente, la persona aprecie que, al estar deprimida, al menos hay alguna recompensa.
Si algo ocurre desagradable ocurre, y en vez de dejarlo atrás, piensas continuamente en eso sin plantearte una alternativa, también estás en mayor riesgo de deprimirte. Los psicólogos llaman a eso rumiación. Por eso, Belén, las distracciones son importantes en el tratamiento de la depresión. Si te sientes triste por algo, y notas que ya el tema empieza a afectarte demasiado, recuerda el consejo de Viktor Frankl: trata de encontrar algún propósito que le dé sentido a tu vida. Frankl no se dejó vencer pensando todo el día en lo terrible que es estar en un campo de concentración. Sobrevivió, gracias al hecho de que encontró cosas que le sirvieran como proyectos, por muy insignificantes que ahora parezcan. No en vano, los médicos recomiendan muchísimo que los deprimidos hagan ejercicio. Plantéate caminar cinco kilómetros, y al estar concentrada en esa meta, dejarás de pensar tanto en el problema que te atormenta.
Te decía que un domingo en la tarde con lluvia es una ocasión muy triste. Quizás exagero. Pero, sí es indiscutiblemente cierto que algunas personas se deprimen con el invierno. Parece que hay firmes razones biológicas para esto. Tu cerebro tiene una glándula, la glándula pineal, que emite una hormona, la melatonina. Pero, curiosamente, esta hormona no se produce cuando se recibe luz solar. Por eso, esta hormona está asociada con el sueño, y algunas pastillas para dormir, están basadas en ese químico. Si, en cambio, no hay suficiente luz solar, la glándula pineal emite demasiada melatonina, y eso hace que tu cuerpo se enlentece (básicamente, como en el sueño), al punto de que genere depresión (recuerda, en la depresión, los movimientos se hacen más lentos).
Y, como sabes, en el invierno, los días se hacen más cortos, y por eso, la gente se deprime más. Hasta hace algunos años, los psiquiatras opinaban que eso se trataba de una enfermedad mental aparte, el trastorno afectivo estacional. Pero, ahora los psiquiatras prefieren decir que es sencillamente una variante del trastorno depresivo mayor. Te parecerá muy burdo, pero una forma muy efectiva de tratar esta condición es colocando a los pacientes en habitaciones con luz artificial en alta intensidad, por algunas horas a la semana. Eso los ayuda muchísimo.
También, las mujeres que recientemente han parido (o han tenido cesáreas), están en mayor riesgo de deprimirse. Coloquialmente, a eso se le llama la depresión post parto, aunque la psiquiatría no la considera una enfermedad aparte. Prometo escribirte una futura carta sobre las hormonas y cómo afectan la conducta. Pero, por ahora te diré que, cuando las mujeres dan a luz, tienen muchos cambios hormonales en su cuerpo, y eso seguramente es una de las causas por las cuales las mujeres recién paridas se deprimen más.
Pero, no sólo se trata de hormonas, Belén. Cuando tengas tus propios hijos recién nacidos, corroborarás que se trata de una experiencia muy desafiante. Sí, para muchas personas es una alegría tener a un nuevo miembro en la familia. Pero, el cuidado que un recién nacido requiere es delicadísimo, y eso puede agobiar a la madre. En algunos casos, la depresión post parto puede ser tan severa, que la madre puede alucinar, y eso puede resultar muy peligroso, pues puede terminar haciéndole daño al bebé. Por eso, si conoces a alguna mujer que tiene un recién nacido en casa, es bueno verificar que su estado mental no está alterado.
No solamente las mujeres recién paridas pueden alucinar como consecuencia de su depresión. De hecho, cualquier persona que esté severamente deprimida, puede llegar a desarrollar síntomas psicóticos. Pero, recuerda que es importante distinguir eso del trastorno esquizoafectivo, que es básicamente una combinación de esquizofrenia con depresión. En esos casos, aún cuando la persona tiene un mejor estado de ánimo, continúa desconectada de la realidad. En cambio, en la depresión severa, los síntomas psicóticos sólo aparecen cuando la persona está muy deprimida. Para los psiquiatras, estas distinciones son muy importantes, porque dependiendo de cuál trastorno tenga el paciente, el tratamiento con drogas será distinto.
            Algunas personas pueden también tener síntomas psicóticos, no por excesiva tristeza, sino más bien por excesiva alegría. O, más que alegría, podemos describir esa emoción como euforia. Así como cuando una persona está deprimida, sus movimientos se enlentecen, cuando una persona está eufórica, se agita excesivamente, al punto de que puede perder su juicio, y actuar erráticamente. Estas personas sufren el llamado trastorno bipolar.
            Antaño, a esto se le llamaba la enfermedad maníaco depresiva. Una manía es un estado mental de muchísima agitación que, en apariencia, es eufórica y se vive muy bien con ella. Pero, es mejor describir esta enfermedad como bipolar, porque en el fondo, esa euforia no existe sin la depresión, y el paciente sencillamente va de un polo a otro en estados de ánimo. El trastorno bipolar es como un péndulo en el cual la persona oscila entre estar muy deprimida y apática, y estar muy emocionada. Esos movimientos pendulares pueden variar, pero no es cuestión de horas o siquiera días. Por lo general, la persona atraviesa un episodio de manía que puede durar algunas semanas o meses, y luego, caer en la depresión por un tiempo más prolongado. Es también común que, cuanto más eufórica esté en la fase maníaca, más deprimida estará cuando pase a la otra fase.
            Algunos pacientes con trastorno bipolar han dado testimonio diciendo que, en la fase maníaca, sienten tal euforia, que incluso están dispuestos a caer en depresión luego. Es por ello que muchos, aun estando deprimidos, prefieren dejar las cosas como están y no tomar tratamientos. Es cierto, Belén, que en episodios de manía, los pacientes bipolares pueden ser muy productivos (incrementan mucho sus actividades que persiguen un propósito), tener grandes ideas, y sentirse muy bien. Muchos historiadores sospechan, por ejemplo, que Mozart era bipolar, y que compuso sus grandes obras musicales durante sus episodios de manía. Posiblemente Van Gogh también sufría esta enfermedad, y sus cuadros más geniales venían también de sus episodios maníacos.
            Pero, tarde o temprano, la fase maníaca del trastorno bipolar afecta negativamente a las personas. Durante los episodios de manía, las personas tienen un repentino incremento de la autoestima, al punto de que se proponen hacer cosas osadas que puede terminar perjudicándolos. Por ejemplo, una persona bipolar puede creerse en capacidad de ella sola erradicar el paludismo en el mundo, y así, gasta todos sus ahorros para ir a un país africano a curar el paludismo… obviamente, estas quijotadas, por más entusiasmo que se tenga, no resuelven problemas.
            Es común encontrar a pacientes en fase maníaca entrar en ráfagas consumistas, sobre todo en juegos de azar. Cuando la persona está eufórica, es excesivamente optimista, e ingenuamente cree que puede vencer a los casinos en su propio juego. También, en episodios de manía, es común que las personas tengan conductas de promiscuidad sexual; de nuevo, en medio de su euforia, viven el momento de placer, y no piensan en las consecuencias de sus actos. Es también común que, durante episodios maníacos, la persona no duerma lo suficiente, pues a su juicio, el sueño es una pérdida de tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que hay muchos proyectos por hacer. Lamentablemente, tarde o temprano, la falta de sueño castiga.
            Las personas deprimidas suelen estar muy calladas. En cambio, las personas en fase maníaca, hablan sin parar, y suelen hacerlo muy rápidamente. Están tan agitadas, que vienen a sus mentes muchas ideas, y hablan más rápido de lo normal, para tratar de expresar todas esas ideas. Pero, a veces les cuesta organizarlas. No necesariamente llegan al punto psicótico de hablar desordenadamente, o perder contacto con la realidad. Pero, sí es bastante común que, en sus conversaciones, salten de un tema a otro sin la fluidez natural de un hilo conductor. Y, al tener tantas ideas en su mente, pueden tener dificultades en concentrarse. Por eso, no todas las personas en fase maníaca son realmente productivas. Muchas pueden tener ideas grandilocuentes, pero a la hora de la verdad, no logran concretar nada, porque no pueden concentrarse.

            En realidad, hay dos tipos de trastorno bipolar. El que te acabo de describir es el tipo I, en el cual, la persona oscila entre la depresión y la manía. Pero, además de la manía, existe aquello que se llama la hipomanía. Éstos son episodios de buen estado de ánimo, pero en un nivel más moderado. La persona puede estar muy alegre, pero no necesariamente eufórica, y su conducta no llega a ser tan errática. Podrías pensar, Belén, que vivir en un estado de hipomanía es una bendición: sonreír a la vida, sentirse el rey del mundo, sin llegar a hacer tonterías (como gastarse los ahorros apostando en una carrera de caballos). Pero, lo cierto es que no hay manía o hipomanía, sin depresión. Tarde o temprano, de las alturas de la aparente felicidad, se cae estrepitosamente al infierno de la depresión.
            El trastorno bipolar tipo II es cuando una persona se alterna entre la hipomanía y la depresión. Pero, recuerda que, además de la depresión, existe la distimia (es decir, una depresión más leve, pero también más duradera). Pues bien, hay personas cuyo estado de ánimo oscila entre la hipomanía y la distimia. En esos casos, la psiquiatría diagnostica a estas personas con el trastorno ciclotímico, o más coloquialmente, la ciclotimia.
            Extrañamente, Belén, a diferencia de la depresión convencional, no pareciera que el trastorno bipolar tenga causas psicológicas. Pareciera ser más bien un fenómeno enteramente de origen biológico. Hay indicios de que la enfermedad bipolar tiene bases genéticas, pero es difícil decir con precisión que este o aquel gen es el responsable. Lo que sí sabemos con más precisión, es que la psicoterapia no ayuda mucho en tratar la enfermedad bipolar, y que el único tratamiento verdaderamente efectivo es la administración de pastillas de litio, una sal que tiene la capacidad de estabilizar los estados de ánimo. Esto, de nuevo, es indicativo de que el trastorno bipolar se debe a desajustes químicos en el cerebro.
Curiosamente, los pacientes bipolares, aún en episodios maníacos, tienen niveles bajos de serotonina en el cerebro. Recuerda que, en pacientes deprimidos, este químico siempre se encuentra en niveles bajos. Esto parece indicativo de que, como te decía, los episodios maníacos son inseparables de los episodios depresivos. Por otra parte, en la depresión, la norepinefrina es baja, mientras que en los episodios maníacos, ese químico es alto.
En fin, Belén, me alegra saber que, poco a poco, vas recuperándote de la tristeza por la muerte de tu pececito. Hasta ahora, aún no has perdido a un ser querido. Pero, el momento llegará. Es normal sentirse muy triste ante esto, y es importante procesar adecuadamente los lutos. Pero, no permitas que una circunstancia como ésa te hunda en la depresión. Hoy los psiquiatras piensan que si, tras seis meses de luto, sigues con profunda tristeza, entonces ya eso debería considerarse patológico, y deberías recibir tratamiento. Prometo escribirte dos futuras cartas: una sobre cómo algunas drogas pueden ayudar a personas deprimidas, y otra sobre el modo en que la psicoterapia ayuda a sobreponer la depresión. Se despide, tu amigo Gabriel. 
           

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