sábado, 24 de septiembre de 2016

Trump podría tener extraños compañeros de cama en la izquierda latinoamericana

Advertencia: Ésta es una traducción mejorada de Google Translate, de un original que escribí en inglés

En julio, durante la Convención Nacional Republicana en EE.UU., algunas imágenes extrañas circularon en internet. Algunos rubios de ojos azules, sostenían signos con la curiosa frase "Los latinos para Trump". Obviamente, algo no estaba bien con estas imágenes. A pesar de que los latinos son un grupo étnico, no una raza, y hay muchos latinos rubios con ojos azules, quienes llevaban  esos signos simplemente no se veían como el latino convencional que uno esperaría encontrar en los Estados Unidos.
Por otra parte, aunque la frase "Los latinos para Trump" no es gramaticalmente incorrecta, es una traducción demasiado literal de "Latinos for Trump". Un signo más apropiado en español sería "Los latinos con Trump", o "Latinos Por Trump". Esto planteó la sospecha de que esos supuestas latinos en realidad eran anglo sajones, haciéndose pasar como hispanos, con el fin de hacer la dudosa afirmación de que el apoyo latino hacia Trump es fuerte.

¿Por qué un votante latino apoyaría a un candidato presidencial que insulta a los inmigrantes, los acusa de ser violadores, quiere que se cumplan las deportaciones masivas, y absurdamente pretende construir un muro en la frontera con México? La opresión puede ser tan intensa, que en realidad puede conducir a un alto grado de auto-odio y la alienación. Algunos judíos apoyaron el nazismo, algunas mujeres maltratadas vuelven a sus maridos y afirman que los aman, algunos esclavos afroamericanos se pusieron del lado de sus amos blancos. Esto puede muy bien aplicarse también a parte del apoyo latino a Trump.
Tomemos, por ejemplo, el caso de Marcos Gutiérrez, fundador de “Latinos Para Trump”. En la cadena televisiva MSNBC afirmó: "Mi cultura es una cultura muy dominante, y está causando problemas. Si no se hace algo al respecto, usted va a tener camiones de tacos en cada esquina". Esto es absurdo y desafortunado. Casi se saca de una caricatura (y, de hecho, las reacciones a las desafortunadas declaraciones de Gutiérrez, han generado bastantes comentarios humorísticos y sarcásticos).
Sin embargo, la política hace extraños compañeros de cama. Y Donald Trump en realidad puede tener algunos simpatizantes (quizá secretos) entre latinos más sobrios y serios. La izquierda latinoamericana en realidad podría alinearse con él en algunas cuestiones importantes. Trump es generalmente considerado un populista de extrema derecha, casi un fascista, y eso es seguramente cierto. Pero, para los izquierdistas latinoamericanos, puede que resulte ser el mal menor, aunque por razones ideológicas obvias, no lo admitirían.
Uno de los principales programas de la izquierda latinoamericana siempre ha sido la resistencia contra el imperialismo estadounidense. Ésa fue la lucha de Sandino, Castro, Guevara, Allende y Chávez. Algunos presidentes de Estados Unidos pudieron haber sido muy progresistas en los asuntos internos, pero cuando se trataba de América Latina, básicamente todos ellos (remontándose a los tiempos de la doctrina Monroe), han considerado América Latina su propio patio trasero. Woodrow Wilson, un emblema del progresismo, no tuvo reparos en decir "voy a enseñar a las repúblicas de América del Sur a elegir a buenos presidentes". El resultado: una larga serie de intervenciones militares y políticas que violan la soberanía de naciones de América Latina. El presidente de Honduras, Manuel Zelaya fue derrocado en 2009. La entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, quizás estuvo detrás de esa operación, o por lo menos, ella no hizo lo suficiente para restituir a Zelaya, y de hecho apoyó al nuevo gobierno de facto.
Donald Trump es un tipo que continuamente cambia de opinión, y no hay que confiar en él. Sin embargo, ha mostrado algunas tendencias aislacionistas. Y, a pesar de que es extremadamente ambiguo cuando se trata de bombardear posiciones del Estado Islámico (incluidos los civiles), al parecer no tiene ninguna intención de inmiscuirse en los asuntos latinoamericanos. Parece que su interés principal es la construcción del muro, y que todos se ciñan a su lado de la frontera. Los izquierdistas latinoamericanos han esperado durante mucho tiempo el aislamiento de EE.UU., y en ese sentido, podrían ver a Trump como el mal menor.
Venezuela (la nación líder en el renacimiento de la izquierda latinoamericana en los años 90) tiene serios problemas de emigración. Pero, a diferencia de los inmigrantes de México y Centroamérica, los inmigrantes venezolanos son trabajadores altamente cualificados, procedentes de las clases medias. El gobierno izquierdista de Venezuela ha tratado desesperadamente de detener ese flujo migratorio, ya que reconoce que estos migrantes son muy necesarios. No es descabellado imaginar que Nicolás Maduro puede aspirar discretamente que Trump sea electo, ya que ello disuadiría a los migrantes venezolanos de intentar abandonar su país.
También está la cuestión de libre comercio. En 1994, el subcomandante Marcos lanzó su movimiento guerrillero zapatista, argumentando explícitamente que era una afrenta contra NAFTA. ¿Cuál candidato estadounidense apoya el NAFTA y cuál lo condena? La posición de Clinton es ambigua, pero Trump es manifiestamente claro: quiere salirse de ese tratado. ¿Podría un guerrillero de izquierda mexicana apoyar un millonario americano racista que insulta a los mexicanos? Tal vez no, pero una vez más, la política hace extraños compañeros de cama si se trata de metas compartidas.
Por último, el papel de Rusia también es relevante en este sentido. Putin y Trump no esconden su amor mutuo. La Rusia post-soviética está lejos de ser un país socialista. Pero, en la izquierda latinoamericana, Putin es visto cada vez más como una especie de hermano mayor guardián. Los líderes de izquierda de América Latina han visto en Putin la oportunidad de un mundo multipolar, y han votado en la ONU a favor de Rusia cuando se trata de la anexión de Crimea. Rusia ha ampliado su cooperación militar con Cuba, Nicaragua y Venezuela (tres países regidos por gobiernos de izquierda). Por otra parte, ningún latinoamericano de izquierda simpatizaría con la OTAN; Trump se ha comprometido explícitamente a ignorar la OTAN si Rusia ataca a los países del Báltico, y de hecho, puede incluso promover la desintegración total de esa organización.

No siempre funciona de esa manera, pero el enemigo de mi enemigo puede ser mi amigo, y el amigo de mi amigo también puede ser mi amigo. Durante los últimos años, ha habido extrañas alianzas en los asuntos políticos de varios países: La izquierdista Syriza formó pacto con los griegos de extrema derecha; hubo cierto apoyo izquierdista para el Brexit; y Marine Le Pen podría obtener el apoyo de los comunistas franceses que quieren respaldar la laicité.

Idealmente, los izquierdistas latinoamericanos estarían mucho más cómodos con alguien como Bernie Sanders. Sin embargo, algunos de ellos podrían pensar que, en las próximas elecciones, Trump es el mal menor. ¿Estarían en lo correcto? Probablemente no. Sin embargo, muchas de sus preocupaciones son legítimas. Y, si tuvieran que adoptar una postura ética consecuencialista, entonces podrían considerar que, tal vez, es mejor el cerdo racista en vez del halcón liberal, teniendo en cuenta las cuestiones que guían sus agendas.

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