domingo, 10 de enero de 2016

"Querida gente blanca", una buena película, pero con el típico mensaje victimista

            En varias ocasiones he advertido sobre el peligro de que algunos actores políticos negros de nuestros países latinoamericanos, imiten los vicios de la mayoría de los líderes negros norteamericanos. Gente como Martin Luther King Jr. hizo una heroica labor en luchar contra el racismo en EE.UU. Pero, la generación de líderes negros que le siguió, en buena medida ha traicionado su legado, pues en busca de beneficio propio, ha buscado invertir las tablas y discriminar en su favor, apelando a un victimismo muchas veces injustificado, y que a la larga, termina perjudicando a la propia comunidad negra.
            La película Querida gente blanca, de Justin Siemen, es un vivo ejemplo de ello. Siemen, el joven director, indiscutiblemente tiene talento cinematográfico, pero lamentablemente, no lo utiliza oportunamente, y termina por cultivar las actitudes lamentables que prosperan en la cultura negra norteamericana.

La trama de la película es compleja y difícil de resumir, pero a grandes rasgos, trata de cuatro jóvenes negros que enfrentan situaciones difíciles en una universidad. Sam, una muchacha autoproclamada negra, (a pesar de tener la piel bastante clara; en América Latina muy difícilmente sería calificada como negra), tiene un programa de radio universitaria en el cual se burla de las actitudes de gente blanca que, según parece, no quiere ser racista, pero supuestamente sí lo es. Sam vence a Troy en las elecciones para la presidencia de una casa de fraternidad de negros. Una vez en la presidencia, Sam expulsa de la casa de fraternidad a gente que no sea negra. Unos muchachos blancos de la universidad, aparentemente ofendidos por las iniciativas de Sam, organizan una fiesta para deliberadamente ofender a los negros, basando su festejo en crudos estereotipos raciales contra los negros. Al final, la tensión crece, y se consuma una confrontación.
            El film es marcadamente satírico, y Siemen dirige sus críticas contra casi todos los personajes. Éste no es un film maniqueo, y en eso está el valor de la película. No se retrata a blancos malos vs negros buenos, como en muchas otras películas que incansablemente presentan a blancos sádicos y negros víctimas. Todos los personajes, incluidos los negros, tienen alguna debilidad moral; en especial, Sam, la joven muchacha que al principio parece una gran idealista que usa la sátira para combatir el racismo, pero que al final, descubrimos que su psicología es mucho más compleja.
            Con todo, Siemen cultiva victimismo injustificado, y alienta actitudes destructivas entre sus espectadores negros. Un punto especialmente significativo en la película es la composición racial de la fraternidad. El presidente de la universidad (un blanco), quiere tomar pasos para hacer más diversa la fraternidad, mezclando a gente de distintos grupos étnicos en la fraternidad, pero Sam, y el grupo de radicales que la sigue, se oponen. Ellos no quieren gente que no sea negra en esa fraternidad (a pesar de que Sam tiene secretamente amoríos con un blanco).
            Siemen parece dar su aprobación a este chauvinismo, y en la película, presenta el reclamo de los jóvenes como si fuera una causa justa. El intento por hacer que la fraternidad no sea exclusivamente de negros, se asume, es un ataque racista procedente del poder blanco. Éste es uno de los más graves vicios del liderazgo negro en EE.UU.: el separatismo. En la época de las leyes de Jim Crow, los blancos segregaron a los negros. Pero, ahora que esas leyes no existen, un importante sector de los negros quiere seguir segregado, y muy celosamente, buscan evitar que otros grupos étnicos se integren a ellos, y ellos a otros grupos étnicos.
            Yo no puedo entender cómo se puede combatir el racismo, con más racismo. Y, no nos engañemos, pretender que a una fraternidad no entre gente que no sea negra, es racismo, puro y duro. A través de su personaje Sam, Siemen repite la misma tontería que dicen muchos líderes negros norteamericanos: los negros no pueden ser racistas, pues ellos no tienen privilegios. Esto es muy, muy discutible. En primer lugar, no querer mezclarse con gente de otro color es racismo, independientemente de si se tiene o no privilegios. Pero, en todo caso, es falso que los negros norteamericanos no tienen privilegios. Los programas de acción afirmativa en EE.UU., por ejemplo, han privilegiado a los negros significativamente, muchas veces en detrimento de gente blanca que, incluso, socioeconómicamente está por debajo de esos negros privilegiados. Los muchachos negros de esta película, quienes van a una universidad elitista de EE.UU., son muchísimo más privilegiados que los empobrecidos campesinos hillbillies de las montañas Apalaches de EE.UU., pero con todo, esos privilegiados negros siguen creyendo que ellos son víctimas de opresión.
            Esa mentalidad de victimismo hace, por ejemplo, que en la película, uno de los personajes negros con un inmenso afro, se ofenda cada vez que una persona blanca se lo toque (aparentemente no se ofende si se lo toca otro negro). Obviamente, una persona con un estilo de peinado distinto al común de la gente, suscitará curiosidad, y algunos necios querrán tocarlo. En algún momento, yo mismo he llevado la cabeza rapada, y mucha gente se ha acercado para tocármela; lo mismo ocurre con los muchachos que llevan peinados punk. Pero, sólo la paranoia, producto de la mentalidad victimista, asume que el deseo de alguna gente para tocar el afro, es una forma de opresión racial.

            Querida gente blanca se basa en algunos episodios reales de fiestas universitarias promovidas por blancos, en los cuales explotan los más burdos estereotipos raciales negros. Estos sucesos han ocurrido, por supuesto, pero han sido muy raros. Siemen, con su mentalidad victimista, hace un gran alboroto de algo que, en realidad, ocurre muy esporádicamente en EE.UU. Pero, en todo caso, el propio liderazgo negro norteamericano tiene parte responsabilidad en estas cosas. Pues, uno de los mayores promotores de estos estereotipos es el hip hop. Y, cuando los blancos critican al hip hop (precisamente por fomentar estos estereotipos), los líderes negros inmediatamente salen a defender a los artistas hip hop, sencillamente porque no están dispuestos a tolerar que los blancos critiquen a los negros.
            Más aún, la explotación de estereotipos raciales, si bien tiene una tristemente larga historia en EE.UU., empezada por los blancos en los minstrel shows del siglo XIX, es ahora más común entre negros que entre blancos. Los comediantes negros hacen carrera burlándose de los blancos como campesinos rednecks, fracasados sexuales, neuróticos, etc. Nuevamente, alguien como Siemen dirá que los negros sí tienen derecho a burlarse de los blancos, pero no a la inversa, porque los negros no tienen poder, en cambio los blancos sí. Pero, de nuevo, eso es falso. Sólo algunos blancos tienen poder, y cuando un comediante negro se burla de un blanco explotando estereotipos, hace mucho daño a esos blancos que no tienen poder.
            En fin, Siemen, como su antecesor, el director negro norteamericano Spike Lee, es un director que sabe hacer buenas películas. Pero, como bien lo han demostrado grandes obras cinematográficas como El triunfo de la voluntad, una buena película no es necesariamente una película con un mensaje positivo. Spike Lee es un director consumado, y difícilmente modificará su actitud. Siemen está aún empezando, y esto es una buena oportunidad para que, en sus futuras películas, pueda usar su indiscutible talento cinematográfico, pero con un mensaje más sensato.

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