martes, 19 de enero de 2016

Henry Louis Gates en Dominicana y Haití

            Henry Louis Gates ha realizado una serie de documentales en la PBS, bajo el título Los negros en América Latina. Reseñé el episodio dedicado a Cuba (acá), y ahora, he visto el episodio dedicado a la República Dominicana y Haití, Una isla dividida. Lo mismo que respecto al episodio sobre Cuba, en este episodio admiro la intención de Gates, así como la calidad del documental; pero, tengo reservas respecto a algunas de sus posturas en la serie.
            Gates viaja primero a República Dominicana, y hace una breve reseña de la historia de ese país. Destaca cómo las relaciones raciales en la República Dominicana fueron más complejas que en otros lugares del Caribe, pues a diferencia de Cuba y Haití, en Dominicana prevaleció la cría de ganado, y eso permitió que los esclavos negros, montados a caballo lo mismo que sus amos y en actividades menos desagradables, tuvieran menos distancia social respecto a los blancos.

            Narra también Gates cómo la lucha dominicana por la independencia no fue solamente frente a España, sino también frente a Haití, pues la nación vecina había invadido y ocupado la otra mitad de la isla de La Española. Ese repudio hacia los ocupantes haitianos hizo que los dominicanos perfilaran su identidad como criollos más vinculados con España, e hicieran resaltar su identidad europea por encima de la africana, en claro contraste con el carácter indiscutiblemente negro de los haitianos.
            Gates deja entrever que los dominicanos viven una forma de alienación. Son descendientes de africanos, pero niegan serlo, y esto, opina Gates y los intelectuales dominicanos con quienes habla en el documental, es lamentable. El caso más patético, opina Gates, es el del propio Rafael Leónidas Trujillo: a pesar de tener algunos ancestros negros, el brutal dictador repudió todo vestigio de identidad africana en su persona, y ese repudio también propició que él lanzara una terrible matanza de inmigrantes haitianos en 1937.
            Gates tiene toda la razón en reprochar los crímenes de Trujillo, así como las prácticas racistas de los dominicanos en contra de los haitianos (como yo también lo he hecho; acá). Pero, hay un aspecto en el cual difiero de Gates. Gates se lamenta de que los dominicanos no están lo suficientemente apegados a su identidad negra. Pero, yo me pregunto, ¿por qué han de estarlo? La narrativa nacional dominicana es que ellos son, como lo decía Juan Luis Guerra en su canción, “una raza encendida, negra, blanca y taína”. Los dominicanos claramente no se creen ni europeos ni africanos, sino más bien, un cruce de ambos. ¿A cuenta de qué, tienen que asumir que son negros, cuando claramente, son más bien un pueblo mestizo?
            Caminando por Santo Domingo y viendo gente con color de piel oscuro, Gates se queja de que esa gente no se considere a sí misma negra, cuando en EE.UU., por ejemplo, claramente serían considerados negros. Gates, me parece, peca de etnocentrista: él quiere aplicar las reglas raciales norteamericanas, a las definiciones raciales de todo el mundo. En EE.UU., basta tener un ancestro negro para ser considerado negro (a pesar de que el color de piel de la persona en cuestión puede ser bastante claro). Gates no alcanza a ver que ésa es sencillamente una regla culturalmente arbitraria, y que no tiene por qué aplicar a otros países. Es perfectamente posible que, bajo las convenciones raciales norteamericanas, una persona sea negra, pero bajo las convenciones raciales dominicanas, esa misma persona sea blanca. ¿Por qué ha de privilegiarse la definición norteamericana?
            En todo caso, Gates también comete el error de juzgar la forma en que cada quien define su propia identidad cultural. Yo soy descendiente de andaluces y mi piel es clara. Pero, si me impregno de la cultura wayúu, y me siento plenamente identificado con ese pueblo indígena, ¿cuál es el gran crimen en sentirme más wayúu que andaluz? Gates asume, lo mismo que Frantz Fanon en su libro Piel negra, máscaras blancas, que el tener un determinado color de piel, obliga a asumir una determinada identidad cultural (Fanon repudiaba a los martiniquenses negros que sentían más vínculo cultural con Europa que con África). Pero, esto es un error. Los seres humanos, por fortuna, tenemos bastante libertad y flexibilidad para asumir la cultura y la identidad con la cual nos sentimos más cómodos. Y, exigir que, por el hecho de tener un color de piel, uno deba sentir tal o cual identidad, es bastante invasivo.
            Después de su visita a la República Dominicana, Gates viaja a Haití. Ahí, reseña la historia turbulenta de ese país, con sus héroes negros (destaca, por contraste, que en Dominicana casi no hay héroes negros) Louverture, Dessalines y Christophe. La revolución haitiana fue tremendamente sangrienta, pues cuando los negros se alzaron, no dejaron vivo a ningún blanco (no en vano, Bolívar siempre tuvo el temor de que en nuestros países, se repitieran las barbaridades de Haití, a pesar de que él mismo contó con el apoyo del presidente Petion). Gates, en su empeño más o menos maniqueo de presentar a una Dominicana mala por olvidar sus raíces negras, y a un Haití bueno por mantenerlas, trata de dulcificar aquella masacre, sugiriendo que fue necesaria, pues de lo contrario, los blancos habrían retomado el poder.
            Luego Gates destaca las agresiones imperiales en contra de Haití (el atroz cobro de la deuda por parte de Francia, y las ocupaciones norteamericanas), y cómo esto ha contribuido a la tragedia haitiana. No le falta razón. Pero, sería un error suponer que la culpa de los males de Haití es siempre de los extranjeros, y nunca de los propios haitianos. Gates reconoce tenuemente esto, señalando que la catástrofe de Haití se empeoró con los Duvalier (e inclusive en esto, la culpa es de los propios norteamericanos, pues siempre apoyaron a estos dictadores).
Está muy bien que Gates reconozca que no todos los males de Haití vienen de los poderes extranjeros. Pero, Gates es demasiado tímido en este reconocimiento. Pues, Papa Doc no fue el único dictador salvaje de ese país. Desde la misma revolución haitiana a inicios del siglo XIX, desfilaron por esa nación líderes sumamente inmorales, desde megalomaníacos que se declararon emperadores en el siglo XIX (como Faustino I), a presidentes con altísimos índices de corrupción (como Aristide, ya después de la era Duvalier). Gates no habla de nada de esto.

Hay, además, un aspecto muy notorio, que Gates omite: la responsabilidad de la cultura haitiana en su propio fracaso nacional. En el documental, Gates se esfuerza por valorar positivamente el vudú. Se queja de que la forma en que Hollywood ha representado el vudú (con sus zombies y muñecos con alfileres), es racista. Acá, de nuevo, Gates comete errores. En primer lugar, si bien es cierto que Hollywood puede distorsionar al vudú (como se distorsionan muchas otras culturas en las películas), eso no tiene nada de racista. Las películas en cuestión no atacan los rasgos biológicos de los haitianos (eso sí sería racismo), sino sencillamente sus rasgos culturales.

Y, en segundo lugar, la representación hollywoodense del vudú, si bien es caricaturesca, sí reposa sobre una base de verdad. Los zombies sí existen en Haití (el caso de Clairvius Narcisse es el más célebre), como también existe en el vudú la intención de generar maleficios a través de procedimientos mágicos (como el de los muñecos con los alfileres). De hecho, en Haití, a diferencia de otros lugares en el Caribe, existe un tremendo clima de paranoia, pues la gente común tiene mucho temor a que el vecino esté conspirando para hacer alguna brujería. Difícilmente se puede construir un proyecto nacional así. Éste, y otros aspectos disfuncionales de la cultura haitiana han sido reseñados por el reconocido estudioso del subdesarrollo, Lawrence Harrison, en su libro The Central Liberal Truth. Gates, en cambio, parece más empeñado en valorar la cultura de los haitianos a toda costa, por el mero hecho de que son negros.

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