domingo, 20 de diciembre de 2015

Star Wars, la contracultura y el vitalismo

            Esta semana fue el estreno mundial de la séptima entrega de la saga de Star Wars, The Force Awakens. Aún no he podido ver la película, pero en vista de la efervescencia que está generando, aprovecharé para hacer algún comentario.
            Originalmente, en la década de 1970, Star Wars tuvo un aire no conformista y contracultural. Hans Solo es el renegado que no acepta ser tragado por el sistema. Pero, una vez que Reagan asimiló el imperio a la URSS en sus discursos, y la saga se convirtió en una gigantesca franquicia de consumo masivo, los rebeldes antisistema que en algún momento se sintieron atraídos por la estética de Star Wars, la empezaron a repudiar.

Éste es un fenómeno típico en la contracultura, tal como lo han reseñado Andre Potter y Joseph Heath en su muy elocuente libro, Rebelarse vende. Según lo analizan estos autores, al principio, surge una contracultura en torno a algunos símbolos. Pero, cuando esta contracultura crece y esos símbolos empiezan a convertirse en parte del mainstream, la contracultura se transforma y repudia aquello que antes abrazó. Así, en sus inicios, el esnobismo contracultural coqueteaba con Star Wars. Hoy, los nuevos esnobs se enorgullecen de no haber visto nunca Star Wars.
            Al margen de esto, las críticas que se suelen hacer a Star Wars no son muy justas, o en todo caso, deberíamos ser más consistentes y aplicar esas mismas críticas a otros fenómenos. Se critica que Star Wars conduce como borregos a sus consumidores. Vale. Pero, esto aplica al fútbol, la visita del Papa, el mitin del Partido Comunista, y un amplísimo espectro de fenómenos de masas. Y, en todo caso, ¿dónde está, exactamente, lo objetable en que algo sea masivo?
            Se dice que Star Wars incentiva el conformismo ante el sistema. No lo veo así. Star Wars cuenta la historia de unos rebeldes que, precisamente, se rebelan ante un sistema opresor. Pero, en todo caso, ¿por qué ha de ser nocivo que alguien se conforme con un sistema que no es verdaderamente opresivo? Los más aficionados a la saga de Star Wars suelen ser ciudadanos del Primer Mundo que, francamente, no lo están pasando tan mal. Si yo viera a niñitos africanos desnutridos, disfrazados de Darth Vader en una cola para ver la película, ahí sí podría admitir que esto es un fenómeno de alienación a lo bestia. Pero, no veo tal cosa.
            Se critica a Star Wars la simpleza de sus historias, y sobre todo, su maniqueísmo. Esta crítica tiene más sustento. Pero, como siempre reconoció George Lucas, su creación es en buena medida una amalgama de mitologías de muy diversa índole. En muchos de estos mitos, están presentes la simpleza de la trama y el maniqueísmo. La princesa que espera pasivamente a ser rescatada por el gran macho, molestará a las feministas, pero antes de obsesionarse en contra de Star Wars, estas feministas deberían reprochar a la enorme lista de leyendas que explotan este tema. La lucha entre absolutamente buenos y absolutamente malos molestará a psicólogos y sociólogos que saben que, en realidad, el mundo es mucho más complejo; pero antes de reprochar a Star Wars, estos psicólogos y sociólogos deberían someter a crítica los grandes sistemas religiosos que, desde el zoroastrianismo (pasando por las grandes religiones monoteístas de hoy), han concebido el mundo como un enfrentamiento entre el bien absoluto y el mal absoluto.
            Así pues, muchas de estas críticas me parecen tonterías. Pero, sí hay una crítica sobre la cual yo haría bastante énfasis. Se trata de la promoción del vitalismo. A lo largo de la saga de Star Wars, los personajes hablan de una misteriosa “fuerza”, aparentemente, una suerte de energía que radica en todos los seres vivos, y que permite que se logren grandes hazañas (estas hazañas pueden ser inmorales, si se pasa al “lado oscuro”). Muchas de estas hazañas pueden ser paranormales, como por ejemplo, mover objetos con la mente, predecir el futuro o comunicarse telepáticamente.
            En realidad, esto es una idea muy vieja. Los chinos hablan del chi, los hindúes del prana, los cristianos de la “gracia”, Bergson del “elan vital”, y así, un largo etcétera. Todas esas cosas son básicamente lo mismo: una misteriosa fuerza que no es percibida, pero que se presume que existe, y que da vitalidad a los organismos. La ciencia, por supuesto, no acepta nada de esto. La ciencia explica el mundo de forma mecanicista y materialista, a partir de hechos percibidos y unidos en secuencias causales. Decir que existe una “fuerza” (a no ser que se hable en términos metafóricos) sin ofrecer ninguna prueba es algo del mismo calibre que decir que tengo al lado a un elefante invisible.
            A simple vista, estas ideas son inofensivas. Pero, en realidad, pueden ser peligrosas. Muchas terapias medicinales alternativas se basan en el vitalismo. Colocando clavos en el cuerpo, supuestamente, se puede drenar el chi, con la esperanza de que eso corrija el desbalance de energía que produce enfermedades. Tonterías. A lo sumo, estas terapias pueden tener un efecto placebo. No está mal acudir al placebo, pero sobredimensionar su efectividad puede ser muy peligroso, especialmente si se asume como reemplazo de terapias que sí son verdaderamente efectivas.

            Ver cosas fantasiosas en una película no es perjudicial en sí mismo. Que la gente vea filmes sobre alfombras que vuelan, animales que hablan, o pistolas que disparan rayos, no los hace más crédulos. Pero, la forma en que Star Wars presenta el vitalismo es mucho más insidiosa, y me temo que sí logra influir en que mucha gente termine aceptando el vitalismo.
Cuando se ve a un bicho como Chewbacca hacer su aullido, el espectador sabe muy bien que todo eso es una fantasía. Pero, cuando ese mismo espectador ve a unos personajes que aparentemente sienten la presencia de una misteriosa fuerza etérea, y esa fuerza los conduce a hacer grandes hazañas, ahí ya el espectador no está tan seguro de que eso es una fantasía. Empieza a creer más en ese concepto. Al final, puede terminar creyendo que sólo con sus pensamientos es capaz de transformar la realidad, al punto de lograr las hazañas paranormales que defiende la New Age. A pesar de todo su aparataje técnico y futurista, en realidad, Star Wars es una saga que defiende algunas cosas muy premodernas, y que entorpecen la marcha de la humanidad hacia el progreso. 

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