martes, 29 de diciembre de 2015

La cola en Venezuela: un símbolo poderoso

            Venezuela, como los países comunistas en su fase decadente, se ha convertido en una nación de colas. Y, esto sirvió de potente imagen en la campaña electoral de las elecciones legislativas de 2015, en las cuales la oposición obtuvo un triunfo aplastante.
            La cola ya forma parte de nuestra cotidianidad cultural, muchísimo más que cualquier otro país latinoamericano, incluso Cuba. Quizás en otros países haya más colas, pero en nosotros el impacto ha sido mayor, pues el cambio fue repentino. Tras vivir en la bonanza petrolera, de repente todo eso desplomó, y ahora, los venezolanos debemos acostumbrarnos a estar varias horas en una cola a la espera de que se reparta el pan.


            Previsiblemente, las colas son tremendamente odiadas. Aparentemente, no hay nada bueno en ellas: generan frustración, y la oposición supo explotar esto en su campaña electoral. Pero, en un reciente libro (Why Does the Other Line Move Faster?; ¿Por qué la otra cola se mueve más rápido?), David Green ofrece al argumento, según el cual, la cola tiene un aspecto valorable.
            Según Green, la cola es un fenómeno relativamente reciente, apenas remontable a finales del siglo XVIII. Posiblemente, dice Green, su origen estuvo en la revolución francesa. En aquella época turbulenta, el pan escaseaba. Pero, los revolucionarios lograron organizar a las masas que se aglomeraban para recibir el pan. La cola empezó a convertirse en un símbolo de cooperación aún en tiempos de crisis (la fraternité), y sobre todo, de igualdad: en la cola no hay privilegios aristocráticos, el que llega primero, obtiene primero la mercancía, sin invocar ningún derecho especial.
            El desorden de la masa, en el cual la gente saca a codazos a los demás y lanza las manos para recibir insumos (como a veces se ven en lamentables imágenes de campos de refugiados en África), fue sustituido por un sistema mucho más civilizado.
            Además, sostiene Green, la propia forma física de la forma de la cola, representa también un proceso civilizatorio. En la aldea y la ciudad medieval, no hay líneas rectas. En la ciudad moderna, en cambio, hay cuadrículas. En la artesanía, se produce sin un orden demasiado rígido. En la industrialización, en cambio, se produce en una línea ensambladora. La cola, pues, es una forma civilizada de enfrentar la escasez, muy afín a los diseños urbanísticos modernos.
            Siempre he valorado aquello que Norbert Elias llamó el “proceso civilizatorio”. Contrariamente a los primitivistas y relativistas culturales que añoran la vida premoderna libre de muchas de nuestras actuales convenciones sociales, yo valoro la represión y el orden que ha introducido la civilización moderna. La cola es represiva (entregamos nuestra libertad, y nos sometemos a la regla de esperar el turno y pararnos en línea), pero es un mal necesario. En su libro, Green nos recuerda que, desde la más tierna infancia, el sistema nos hace dóciles entrenándonos para hacer colas (en los colegios, en los deportes, en los cuarteles). A freudo-marxistas de la Escuela de Frankfurt esto les parecía un sistema de control abominable, pero insisto, yo lo estimo un mal necesario.
            Sorprendentemente, la mayoría de los venezolanos han aceptado (al menos tácitamente) todo esto, y han mantenido una conducta relativamente cívica en las colas. La gente común, por supuesto, sigue detestando las colas (aunque, puede haber también algún placer masoquista, tal como explico acá), pero estoicamente las acepta.
            No obstante, Green documenta que, en otros países que han atravesado crisis parecidas a la nuestra, la cola se ha convertido en un símbolo favorable del sistema político. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno británico tomó orgullo en las colas, pues sirvió para mostrar al mundo cómo, aún frente a la calamidad que los alemanes generaban sobre Gran Bretaña, el pueblo británico mantenía su civismo e integridad moral.

            En Venezuela, la oposición utilizó la cola como símbolo de la ineptitud del gobierno. Esa táctica funcionó, pues se manifestó en los resultados electorales. Pero, si el gobierno hubiera podido convencer a la gente de que la crisis actual es producto de una agresión foránea, en ese caso, el gobierno pudo haber utilizado las colas a su favor, del mismo modo en que Churchill lo hizo (pues, en ese caso, era evidente que la crisis era culpa de la guerra, y esta guerra había sido iniciada por Hitler). El gobierno venezolano pudo haber vendido la idea de que, frente a la guerra económica, el pueblo venezolano mantiene su civismo en las colas, y eso es muestra de madurez y modernidad.

Así como los revolucionarios franceses utilizaron la cola como símbolo de igualdad, sospecho que los comunistas del mundo no desprecian la cola. Pues, ella representa a la masa de ciudadanos que se organizan cívicamente, sin distinciones de clase. En el futuro, si las colas no cesan, la oposición venezolana debería sopesar mejor los riesgos de utilizar la imagen de la cola como protesta contra la ineptitud del gobierno, pues los gobernantes socialistas podrían darle un giro a eso, y más bien apropiarse de la cola para utilizarla como símbolo heroico de igualitarismo y civismo.

3 comentarios:

  1. La cola en Venezuela podría decirse que es una manera civilizada de enfrentarse a una situación barbará.
    Pienso que la oposición también podría usar ese argumento: “ante una administración paupérrima y un gobierno que degrada a sus ciudadanos estos responden con civismo. Civismo que se reflejó el 6d cuando se optó por la vía democrática en lugar de la anarquía y el desorden público”.
    Como anotación Heath y Potter también describen la cola como algo positivo, todos sacrificamos el tiempo en la fila en lugar de entrar a patadas que, además de causar daños al establecimiento y a las personas (como ha pasado), consume más tiempo y energía.

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    1. Olvidé decir que el libro de Heath y Potter es “Rebelarse Vende. El negocio de la contracultura” ¡Feliz año nuevo!

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    2. Hola Héctor, gracias por comentar.
      1. Sí, conozco el libro de Heath y Potter, y varias veces he hecho referencia a ese libro en otros artículos de este blog. Aunque, no recuerdo haber leído alguna referencia sobre las colas en ese texto. Lo voy a buscar, gracias.
      2. Sí, ciertamente la oposición podría usar el símbolo de las colas de esa manera. Pero, a la oposición le ha resultado más útil apelar al malestar y el descontento. Más bien, la imagen de gente peleándose en una cola fue más útil.

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