domingo, 13 de septiembre de 2015

Usos y abusos en la lectura de "Don Quijote"

            Este año se cumplen cuatro siglos de la publicación de la segunda parte de Don Quijote de La Mancha. Como cabía esperar, literatos y políticos, se han inflado en alabanzas al manco de Lepanto. Los elogios a Cervantes se han convertido en ya casi un cliché (y también es un cliché el decir que mucha de la gente que elogia a Cervantes no ha leído su obra), pero no por ello, no son merecidos.
            Don Quijote es una joya de la literatura universal por varios motivos. Es divertida; ¿cómo no soltar carcajadas con las simplezas de Sancho? Es un vivo retrato de la sociedad española del siglo XVII, con su tremenda jerarquización social, sus injusticias, su decadencia imperial. Usa magistralmente las técnicas del metateatro: se presentan varias obras dentro de la novela.

Es una obra reflexiva en la cual, en la segunda parte, los protagonistas recorren parte de España sabiéndose ya famosos (tras el éxito de la primera parte de la novela, un falsificador publicó una segunda parte espuria narrando nuevas aventuras de Don Quijote y Sancho, y Cervantes magistralmente supo aprovechar este suceso, no solamente para burlarse del falsificador, sino también para incorporar en la segunda parte alguna observación crítica sobre el fenómeno de la fama y la celebridad que, si bien en el siglo XVII era aún apenas embrionario, hoy es un fenómeno de mucho mayor alcance).
Además, Don Quijote es una reflexión sobre la nobleza y la crueldad de la naturaleza humana: el caballero errante mantiene su código de honor en todo momento, mientras que duques de más alta alcurnia muestran su miserable condición moral cuando someten al par protagónico a las más desventuradas humillaciones. Y, añado yo, Don Quijote es una crítica anticipada a nuestra sociedad de consumo: estar inmersos de lleno en el mundo virtual (sea en el I Phone o el de los libros de caballería), puede afectar nuestro juicio.
Pero, en nuestro tiempo, Don Quijote ha sido abusado por demasiados charlatanes. Cervantes, un hombre complejo, no presenta una valoración absolutamente nítida de su héroe, pero parece suficientemente claro que Cervantes sí quiso someter a crítica la fantasía de los libros de caballería, y la pérdida del sano juicio mental. Cervantes entusiasma a sus lectores con las aventuras de Don Quijote y presenta al hidalgo como un héroe, pero con todo, da la impresión de que al final, Cervantes sí se ve él mismo reflejado en el Don Quijote que admite que toda esa empresa de caballería errante fue fútil. Cervantes admira la nobleza del Quijote, pero al final, valora más la racionalidad.
En cambio, en nuestros tiempos, Don Quijote ha sido apropiado por los irracionalistas, para arrebatar contra el sano juicio en muchas facetas de nuestra sociedad. Don Quijote es hoy el héroe de la anti-psiquiatría. Se le presenta como el hombre noble que, por el mero hecho de ser un poco distinto a los cánones del establishment, y por tener una vida interior muy rica y estar abierto a la imaginación, es vapuleado por la opresiva sociedad.
Es muy fácil simpatizar con la anti-psiquiatría tomando románticamente este modelo heroico de delirio psicótico. Pero, la enfermedad mental no siempre es tan romántica. Los familiares de los enfermos lo pasan muy mal, porque el enfermo no puede valerse de sí mismo. La enfermedad mental no es solamente pronunciar discursos heroicos y enfrentarse a molinos; es muchas veces también desaseo, relaciones conflictivas, etc. El propio Cervantes no escatima en presentar a un Don Quijote que, si bien es noble de carácter, sufre mucha paranoia que también perjudica a sus allegados, y su conducta es disruptiva con el mínimo de orden social que necesita una sociedad (liberando presos peligrosos, etc.). Pero, los románticos anti-psiquiatras prefieren obviar ese lado desagradable que el mismo Cervantes retrató, y optan por seguir usando a Don Qujiote como héroe contra la opresión de la bata blanca.
No sólo la anti-psiquiatría ha abusado de Don Quijote. También lo ha hecho el mundillo de la autoayuda y la industria de la motivación empresarial. Tal como lo presenta Eparquio Delgado en su libro Los libros de autoayuda ¡vaya timo!, un tema recurrente en este mundillo es la idea de que nosotros nos imponemos nuestros propios límites. Si no logramos las cosas, es sencillamente porque no hemos soñado lo suficiente. Basta con soñar, con tener suficiente motivación de emprendimiento, para lograr nuestros propósitos. Pues bien, es habitual presentar a Don Quijote como el paradigma supremo del emprendedor. Todo el mundo creía que él estaba loco, pero no le importó, siguió adelante. Así pues, si tú tienes una idea empresarial, no importa cuán ridícula sea: como el caballero manchego, si ése es tu sueño, ¡sigue adelante; el cielo es el límite! Delgado describe el optimismo irracional que muchas veces se defiende en el mundillo de la autoayuda y las charlas motivacionales. Pues bien, muchas veces se quiere presentar a Don Quijote como el optimista que, aun frente a los recurrentes fracasos, sigue son su frente en alto luchando por conseguir su sueño.
Y, por supuesto, los políticos en ocasiones hacen un uso perverso de Don Quijote. El hidalgo manchego fue un héroe favorito de los soviéticos: representaba al hombre altruista que se enfrentaba a un mundo lleno de egoísmo. El mundo entero se burlaba del comunismo soviético por pretender modificar nuestra naturaleza humana egoísta, pero si Don Quijote se enfrentó a molinos y liberó a doncellas aun frente a las burlas de los demás, ¿por qué no habríamos de emularlo?
Todo movimiento utópico, no importa cuán descabelladas sean sus pretensiones, tarde o temprano, siente simpatía por Don Quijote y lo toma como inspiración. He vivido muy de cerca esto en Venezuela. Hugo Chávez proponía muchas veces cosas ridículas (volver al trueque, construir gallineros verticales, imponer un sistema de control cambiario de monedas internacionales, entre otras cosas.). En muchos lugares del mundo era objeto de burla por estas excentricidades. Incluso sus consejeros y allegados trataban de limitarlo en estos arrebatos. Pero, Chávez persistía. Y, como autojustificación, frecuentemente citaba a Don Quijote: “Sancho, si los perros ladran, es señal de que avanzamos”. El mundo entero quedaba fascinado con este carismático político que llamaba al genocida Bush “diablo” en su propia cara. Pero, mientras el mundo gozaba con las simpáticas ocurrencias de Chávez, nosotros los venezolanos sufrimos ahora el desastre que nos dejó: crimen desbordado, un sistema judicial corrompido, la inflación más alta del mundo…

Del mismo modo, los lectores gozamos con Don Quijote. Pero, ¿nos hemos preguntado si los familiares de enfermos mentales gozan los delirios paranoicos de su familiar tanto como nosotros? ¿Gozan los hijos del pequeño empresario que, tras ir a una charla motivacional, decide invertir su dinero en un proyecto demencial que deja a su familia en la ruina? Cervantes seguramente no promovió nada de esto, y no podríamos responsabilizarlo por la forma abusiva en que se ha leído Don Quijote. Pero en honor a esta joya literaria en su cuarto centenario, deberíamos leer la novela con un poco más de suspicacia y racionalidad.

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