domingo, 15 de junio de 2014

San Pablo y la "leche antes de la carne"



            La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (los mormones) es célebre por su ímpetu misionero. Los jóvenes en pareja, vestidos pulcramente con camisas de manga corta y corbata, y que caminan por las ciudades, ofrecen un mensaje aparentemente sencillo. Un ángel se apareció a Joseph Smith y le hizo una nueva revelación. Luego, los misioneros, sin jamás quitar su sonrisa de la cara, invitan a los potenciales conversos a sendas cenas, juegan con sus niños, etc. En fin, son genios del marketing religioso. Yo mismo, al estar en Salt Lake City, he disfrutado inmensamente de esta enorme hospitalidad.

            Pero, por supuesto, nada es gratis. A medida que la gente va entrando en esta religión, va aumentando el nivel de exigencia impuesto sobre ellos. Y también esto ocurre a nivel doctrinal: poco a poco, ya no se exige creer solamente que Joseph Smith recibió la visita de un ángel (una enseñanza que, aparentemente, no es muy distinta de las de muchas otras religiones). También se enseña que hay un planeta (Kólob) en el cual vive Dios en su trono, que los negros se volverán blancos en la vida eterna, y muchas otras cosas raras.
            Los mormones han sido notoriamente deshonestos en su estrategia misionera. Primero, enseñan lo sencillo y lo relativamente fácil de aceptar, sin ofender a nadie. Luego, una vez que han atrapado a los conversos, les taladran lo duro en sus cabezas. Muchas veces, esto ha sido descrito como la estrategia de “la leche antes de la carne”. Primero viene el aperitivo suave; una vez que se ha captado al cliente, viene el plato fuerte.
            Pero, esto no es propio de los mormones. En el núcleo del mismo cristianismo, siempre ha existido esta estrategia. Una pregunta que tradicionalmente se ha hecho la gente que considera convertirse al cristianismo es: ¿la gente que no es cristiana va al infierno? Los misioneros que no quieren ofender a nadie para no perder conversos, dicen que no, o al menos, que si a alguien no se le presentó el mensaje cristiano, no fue su culpa, y por ende, no merece ir al infierno. No obstante, frecuentemente, una vez que ya los han captado, revelan sus verdaderos pensamientos: el que rindió culto a otros dioses, es idólatra, e irá al infierno.
            Según parece, el mismo san Pablo siguió esta estrategia de la “leche antes de la carne”. Narra Hechos 17, que cuando Pablo estaba en Atenas predicando a los gentiles (la única vez que se dirige a una audiencia no judía en la narración de Hechos), enseñó que Dios perdona la ignorancia de los hombres que, al no haber escuchado previamente el mensaje monoteísta, rendían culto a ídolos. Acá, Pablo se muestra bastante abierto a los gentiles, y parece decirles que, si en el pasado, hubo gentiles que fueron idólatras, en realidad no es su culpa.
            Pero, extrañamente, cuando el mismo Pablo discute este mismo tema en una epístola que le envía a la comunidad cristiana de Roma, les dice a los romanos que la ira de Dios vendrá, presumiblemente también contra los idólatras, pues Dios se ha manifestado a través de sus obras que cualquier ser humano puede comprender. Así, puesto que los impíos conocieron a Dios, pero optaron por no honrarlo, Dios los castigará (Romanos 1: 18-32).
            ¿Cómo resolver esta contradicción? La respuesta típica de los cristianos es que todo se trata de una sabia estrategia misionera de Pablo. A los gentiles de Atenas que van escuchando su mensaje por primera vez, no conviene asustarlos con la imagen de un Dios vengativo que castigará a los idólatras, aun si éstos son culpables por no haber honrado a Dios previamente. Pablo disimula su mensaje para no perder posibles conversos. En cambio, con los miembros de la comunidad cristiana de Roma, sí hay mayor facilidad para predicarles el verdadero mensaje: una vez que han sido captados, ahora sí se les puede hablar francamente.
            Si esto es así, entonces Pablo habría sido un maestro en la utilización de la “leche antes de la carne”, del aperitivo antes del plato fuerte. Pero, por supuesto, debemos caer en cuenta de que el uso de esta estrategia es sumamente deshonesto. Y, lejos de alabar a Pablo, deberíamos considerarlo un vil manipulador que, con tal de ganar adeptos, estaba dispuesto a mentir a sus audiencias.
            Yo, en cambio, prefiero confiar más en la integridad de Pablo. No creo que fue deshonesto. No me parece que un hombre que recibió tantos suplicios, como él mismo los describe, estuviese dispuesto a mentir con el mero propósito de ganar adeptos. Creo, más bien, que la versión de su discurso frente a los atenienses presentada en Hechos es ficticia.

            El autor de Hechos escribe al menos quince o veinte años después de la destrucción del Templo de Jerusalén, y la ruptura ya casi definitiva entre cristianos y judíos. Con los romanos en pleno control de Judea tras una catastrófica rebelión judía, y con un crecimiento considerable de comunidades cristianas en el mundo griego, la supervivencia del cristianismo dependía de las buenas relaciones con los gentiles. Así, el autor de Hechos está muy deseoso de presentar historias en las cuales los griegos y romanos aceptan gustosamente el mensaje cristiano. Y, en los discursos de las figuras clave del temprano movimiento cristiano, el autor de Hechos se cuida mucho de no presentar palabras que ofendan a la audiencia no judía. Así pues, es previsible que el autor no colocaría en boca de Pablo las palabras auténticas (expresadas en Romanos), según las cuales, Pablo creía que Dios sí castigaría a los idólatras, porque ellos mismos sí tenían ya un conocimiento previo de las obras de Dios. Más bien, modifica el mensaje presentando a un Pablo que es mucho más tierno y conciliador con los gentiles.
            Así pues, Pablo no era un estratega de la “leche antes de la carne”. No andaba con diplomacias hipócritas. Comunicaba lo que pensaba sin rodeos ni tapujos. Y, precisamente, en su mensaje hay el fuego apocalíptico que fue tan común en la Palestina del siglo I. Pablo no ofrece el aperitivo: va directo con el plato fuerte, y este plato fuerte, un mensaje apocalíptico que busca amedrentar al oyente con amenazas, seguramente debió haber causado alguna indigestión.

2 comentarios:

  1. No me convence. Gabriel. Yo sí veo muy probable que en minoría, rodeado de idólatras, Pablo intentara "hacer amigos", como suele decirse, y renunciara a sus verdederas ideas. Se llama "captatio benevolentiae".

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    1. Es posible que tu análisis sea el correcto. Pero, yo más bien me inclino a pensar que es Lucas (el autor de Hechos), quien suaviza el mensaje. Lucas tiene mucho más interés que Pablo en eliminar rencillas y, sobre todo, presentar una visión del cristianismo favorable al mundo griego.

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