viernes, 13 de enero de 2012

Hitler y Napoleón, ¿vidas paralelas?

El ingenioso ejercicio de Plutarco en sus Vidas paralelas, al comparar las hazañas de varios pares de personajes prominentes de la antigüedad, ha sido recapitulado varias veces en la historiografía contemporánea. Uno de los más elocuentes ha sido el del historiador Pieter Geyl, el cual compara las vidas de Napoleón y Hitler. Desde entonces, se ha hecho popular la idea de que Hitler intentó hacer en el siglo XX algo muy parecido a lo que Napoleón intentó hacer en el siglo XIX. Me parece urgente refutar esta hipótesis.

Hay, por supuesto, alguna vinculación histórica entre ambos personajes, lo suficiente como para alimentar comparaciones. Ambos personajes llegaron al poder mediante un golpe de Estado. Ambos alimentaron un culto a la personalidad y ejercieron una autoridad carismática. Ambos fueron militaristas. Ambos reprimieron severamente a sus opositores. Ambos se equivocaron al intentar invadir Rusia, y para ambos, esto fue clave en su derrota.

Cuando Hitler estuvo en París, durante la ocupación nazi de Francia, visitó la tumba de Napoleón, y la contempló por un largo periodo de tiempo. Todo indica que el Fuhrer tuvo gran admiración por el emperador francés. Después de todo, alegan muchos, no es fortuito que así sea. Napoleón quiso dominar a Europa entera, y Hitler no hizo más que seguir sus pasos. Napoleón fue el gran expansionista militar del siglo XIX, Hitler fue el del siglo XX. Las hazañas de Napoleón dejaron cerca de una decena de millones de muertos en Europa, Hitler sobrepasó ese número, pero hacía algo muy parecido a su antecesor francés.

Quienes resisten la expansión militar, económica, política y cultural de los grandes poderes en la actualidad, generalmente emplean a Napoleón y Hitler como figuras diabólicas que representan toda la perversidad que subyace a las invasiones y los intervencionismos en otras naciones. Pero, conviene destacar importantes diferencias entre Napoleón y Hitler, las cuales, tentativamente, nos permitirán suponer que hay intervencionismos más perversos que otros y que, incluso, en ocasiones la intervención puede tener alguna justificación moral.

La diferencia fundamental entre Napoleón y Hitler es fundamentalmente filosófica. El primero representaba a la Ilustración, el segundo representaba al romanticismo. En el siglo XVIII, los filósofos ilustrados (la mayoría procedentes de Francia), defendieron una serie de valores e instituciones que han caracterizado a la vida moderna: racionalidad, ciencia, democracia, igualitarismo. Como corolario, los ilustrados defendían celosamente un universalismo cosmopolita: todos los seres humanos forman parte de una misma humanidad, y en ese sentido, todos tienen la capacidad de asumir las instituciones promovidas por el proyecto de la Ilustración. Fueron éstas las ideas que motivaron a la Revolución Francesa en sus primeras etapas.

El romanticismo surgió en buena medida como oposición a la Ilustración. En vez de promover el universalismo, los románticos (la mayoría procedentes de Alemania) promovieron la idea de que cada pueblo tiene un espíritu particular (e Volksgeist) que debe mantenerse íntegro, y que valores como la racionalidad, la ciencia, la democracia o el igualitarismo no tienen aplicación universal, sino que deben mantenerse confinados a las culturas donde surgieron.

Napoleón no siempre fue fiel a las ideas ilustradas. Reinstauró la esclavitud en Haití, cometió atrocidades en Egipto y Siria, e impuso una nueva forma de monarquía. Pero, dejando de lado estos matices (y no son pequeños), Napoleón fue un hijo de la Ilustración. Alimentó los estudios científicos. Mantuvo limitado el poder del clero. Formuló un monumento a la modernidad jurídica, el Código napoleónico. Emancipó a los judíos (a saber, les concedió plena ciudadanía). Aseguró la tolerancia religiosa entre católicos y protestantes. Promovió la medición métrica.

Fue, por supuesto, un expansionista, al punto de conformar un imperio. Todo esto supuso un creciente militarismo, e inevitablemente sus tropas cometieron abusos de todo tipo en su paso por Europa. Pero, hay suficiente espacio para argumentar que su expansión militar no fue propiamente un capricho personal, sino más bien un contraataque a las constantes coaliciones que, desde 1792, las monarquías absolutistas (e Inglaterra) de Europa habían organizado para derrocar a los revolucionarios franceses y restaurar la monarquía absolutista en Francia.

En su expansionismo, Napoleón se dejaba guiar en buena medida por el universalismo de la Ilustración. Aquellas reformas progresistas que adelantó en su país, las exportó a aquellos países que invadía. Entre los ciudadanos de los países invadidos, hubo plenitud de colaboracionistas que genuinamente admiraban el progreso que, bajo su estima, representaba Napoleón. Es el caso, por ejemplo, de los afrancesados en España: para estos intelectuales, las tropas francesas no representaban tanto un cruel invasor extranjero, sino más bien los sembradores del germen de la modernidad y el progreso en una España absolutista y atrasada. Napoleón guiaba a sus soldados bajo la bandera francesa, pero, en realidad, representaba el avance de toda la humanidad, en concordancia con las ideas universalistas de la Ilustración.

Hitler, en cambio, fue un hijo del romanticismo. Su preocupación no era el bienestar de la humanidad entera, sino exclusivamente del pueblo alemán y la raza aria. Sus invasiones no fueron propiamente un contraataque a una amenaza externa (aunque, por supuesto, el tratado de Versalles había sido torpemente severo, y eso propició el resentimiento alemán y su obsesión por recuperar territorios perdidos). En su obsesión por preservar el Volksgeist del pueblo alemán y, como corolario, la pureza racial de sus ciudadanos, Hitler emprendió una serie de políticas antitéticas a las reformas de Napoleón.

Napoleón emancipó a los judíos y contempló mayor igualdad en su Código napoleónico; Hitler promovió las leyes segregacionistas de Nuremberg y, por supuesto, la ‘solución final’ del Holocausto. Napoleón incentivó las ciencias y el empleo de la racionalidad; Hitler promovió la pseudociencia racial precisamente guiado por un irracional afán nacionalista.

En principio, para Napoleón, cualquier ser humano podría convertirse en ciudadano francés; sólo sería necesaria la asimilación, lo cual implicaba la adopción de las reformas procedentes de la Revolución Francesa. Para Hitler, sólo los individuos dotados de algunos rasgos biológicos específicos podrían formar parte del Reich; el resto, tendría que ser aniquilados. Napoleón era universalista: pensaba que toda la especie humana podría beneficiarse de sus reformas. Hitler era particularista: pensaba que sólo los arios podrían ser beneficiarios de sus políticas.

Hitler no hizo absolutamente ningún aporte a los países invadidos. Napoleón, en cambio, sembró la semilla de la modernidad en muchos de los países que invadió. Hitler no tenía nada que ofrecer a los invadidos, pues bajo su visión particularista derivada del romanticismo, los no arios no están en la capacidad de asumir las instituciones culturales de los arios; a saber, los invadidos nunca podrán asimilarse, y por ello, están destinados al exterminio. Napoleón en cambio, tenía mucho atractivo en los países invadidos: su imagen representaba el progreso que, en función del universalismo, todos los seres humanos pueden asumir.

Hitler y Napoleón fueron ambos expansionistas. Pero, el de Hitler fue un expansionismo genocida y estéril, mientras que el de Napoleón tuvo resultados mucho más positivos. Por supuesto, como en toda intervención militar, hubo atrocidades. Los soldados franceses no eran precisamente aquellos filósofos racionalistas que defendían la igualdad, la libertad y la fraternidad.

Pero, conviene tener en consideración que la expansión no siempre es objetable. Si se expanden instituciones modernas y progresistas que, a la larga, favorezcan a la población local, hay espacio para juzgar favorablemente a esos expansionistas. El ideal universalista de la Ilustración es precisamente ése: expandir al mundo entero la racionalidad, la ciencia, la democracia, el igualitarismo, etc.

Por supuesto, lo más deseable es que la expansión se haga sin métodos violentos. Es mucho más conveniente que la democracia o la ciencia se siembren por vía de la persuasión, y no de la imposición. Muchos expansionistas son demasiado prestos a invadir, sin agotar los medios persuasivos pacíficos primero, y seguramente Napoleón estaba entre éstos. Pero, Napoleón expandió muchas ideas que, seguramente, sin su imposición militar, habrían tardado demasiado en llegar a los países invadidos.

Desde hacía décadas, los progresistas españoles pedían a gritos la abolición de la Inquisición. Presentaban a las autoridades toda suerte de argumentos persuasivos, pero ninguno funcionaba. Fue necesaria la invasión napoleónica a España para poner fin a esta deplorable institución. Por supuesto, los soldados franceses cometieron todo tipo de atrocidades en la Península Ibérica, y de seguro, hubo más muertos en los fusilamientos a manos de las tropas francesas, que en la hoguera a manos de la Inquisición. Pero, este caso invita a considerar que, en algunas situaciones críticas, la persuasión se agota, y es necesaria la intervención militar extranjera para generar cambios que obstaculizan el progreso de un país.

Así lo planteaba John Stuart Mill en su panfleto Algunas palabras sobre la no intervención, y si bien su alegato puede ser fácilmente abusado por naciones que buscan la depredación de otras, conviene no perder de vista sus argumentos. Pues, se ha convertido en dogma la idea de que, a partir de la soberanía y la auto-determinación, ninguna fuerza extranjera puede interferir en los asuntos de otra. Si esto se asume como un dogma, los tiranos que logren contener la oposición interna, tendrán el camino abierto para la opresión.

2 comentarios:

  1. Me parece fatídico,que planteen,que Hitler,ha sido y sera el gran monstruo del siglo xx.Es contradictoria-mente,su gran vigorosa,fuerza,he innata inteligencia en asuntos sociales,lo que lo hizo entrar a los corazones de mas de 100 millones de personas.(alemanes,franceses,rusos,italianos,turcos)Fue,su nuevo y esplendoroso planteamiento o tesis economica y social,lo que amerita a esta masiva propaganda en contra de por que no,el mas grandioso politico y social exponente.Y fue la tesis "Abolicion del interes y la usura del dinero"escrita por el estadista Gottfried Feder,que conllevo a la mas innata revolucion economica,cultural,exponencial,cientifica,urbanistica,intelectual,mayor gran obra que se ha podido ejercer en dos mil años.Nunca,jamas,un ser,ha planteado,la total ejecucion del poder y la usura del dinero,que es el cáncer del mundo. Deseoso,estoy,lectores,de que,mas haya de estas indulgencias,por el Holocausto magnificado,que lean,con sus propios ojos,la estructura economica del Nacionalsocialismo,y por supuesto,los grandes discuroso de Hitler,en donde en ninguna vocal o palabra,se menospreciara a ninguna raza,o cuestiones de la raza pura,esto,caballeros,es el punto inventado,para la verdadera extincion genocida en contra de la raza blanca y culturas europeas,a mano del sionismo! Es hay,que ustedes por conviccion,deberan leer,los manunscritos,filosificos,de este gran lider,y concluir por ustedes mismos si es en verdad el terror del mundo. Pueden leer,1Fuerza por la alegria. 2Frente de trabajo Aleman 3Ecologia Nacionalsocialista 4Juventudes alemanas.
    Y es las juventudes,en donde recae el valuar del futuro de sus paises,de sus culturas.el rspeto hacia todas las razas y culturas,por que he hay,la verdadera diversidad cultural!! Lean,todo lo que puedan de este señor,por que encontraran grandes mentiras,pero tambien cosas que ningun mortal han de concluir o anhelar en los años venideros!!

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    1. Que falacias mas absurdas. Hitler tuvo el incondicional apoyo economico del capialismo de parte de los grandes empresarios de alemania. Un demagogo al que tuvieron que ayudarle a elaborar sus escritos. en todo le tenian que colaborar.

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