domingo, 12 de septiembre de 2010

Reseña de "El darwinismo y la religión" (Romina de Rugeriis)






Darwin y la Religión: el pensamiento crítico ante los dogmas de fe
¿De dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿hacia dónde vamos? Preguntas que desde siempre han mortificado el intelecto humano sin encontrarse respuestas certeras, vuelven a exponerse en el texto del profesor Gabriel Andrade, de la Universidad del Zulia (Venezuela), a través de su libro “El darwinismo y la religión”, en el que propone una visión centrada en diferentes teorías científicas que han tratado de explicar nuestros orígenes y cómo estas se relacionan con las concepciones religiosas. Entre ellas, el aporte a la historia de la filosofía que hace Charles Darwin, en su esfuerzo por buscar la verdad sobre estos temas.
A pesar de que los hallazgos de Darwin tuvieron una repercusión importante en la rama del saber de la biología, las implicaciones de la misma llevaron sus conocimientos a incidir profundamente en la filosofía de la religión, provocando visiones encontradas. En palabras de Andrade (2009:12)
“Desde que en 1859, Darwin publicó El origen de las especies, las grandes religiones del mundo, en particular la cristiana, han tenido que atravesar grandes transformaciones. Unos han optado por rechazar por completo la teoría de la evolución, otros han intentado reconciliar el darwinismo con la religión, y otros han terminado por rechazar sus convicciones religiosas, en buena medida debido a su adscripción a la teoría formulada por Darwin”.
La religión nos ha dado visiones de los comienzos de la humanidad a través de su mayor legado escrito, la Biblia. Pero, ¿pueden estas visiones estar científicamente sustentadas?, o bien, ¿es conciliable la ciencia con la religión? Este debate se expone de manera clara y bien argumentada en los siete capítulos que propone el autor, en donde el darwinismo luego dará cabida a diferentes vertientes que tratarán de abordar las evidencias de Darwin bajo ópticas desiguales, pero no por eso menos interesantes de conocer.
Darwin, quien primero estudiaría dos años de medicina en 1825 en la Universidad de Edimburgo, Escocia, al no resistir los procedimientos quirúrgicos de la época, decide luego cambiar de carrera, graduándose en Teología Anglicana en la Universidad de Cambridge. Para su suerte, ésta formación hacía énfasis en la teología natural, la cual postula “el pronunciamiento sobre Dios en función, no de la revelación aprehendida a través de la fe, sino de lo exhibido en la naturaleza, aprehendido a través de la razón y observación” (Andrade, 2009:91). Estos estudios agudizaron sus conocimientos sobre William Paley, teólogo natural, y de allí se cimentan sus conocimientos sobre biología y otros intereses complementarios como la botánica y colecciones de insectos. De manera que para cuando zarpa en el buque Beagleen 1831, Darwin está formado con diferentes doctrinas del saber incluyendo la geología, recorre el globo partiendo hacia Cabo Verde, luego Suramérica, Taití, Australia y Sudáfrica. Durante este viaje, su formación científica empieza a fermentar en nuevas teorías sobre nuestro origen, a la luz de evidencias empíricas que recolecta, luego del contacto con diferentes fósiles y, por supuesto, sus agudas observaciones sobre las variaciones de diferentes especies de pinzones en la Isla de los Galápagos, que dieron vida luego a su teoría de la evolución.
Sus observaciones geológicas y biológicas entonces empiezan notablemente a entrar en conflicto con los postulados religiosos que había aprendido en la Universidad Anglicana, de manera que irremediablemente, Darwin empieza a alejarse cada vez más de la posturas dogmáticas y cerradas de la religión para dar espacio a nuevas posturas basadas en la experiencia y la razón.
Andrade en ese sentido, nos hace ver cómo este personaje tan impregnado de una formación teológica sólida, quien había aceptado la infalibilidad de la Biblia, desarrolle una nueva personalidad, más arrojada hacia el constructo científico y a la reflexión pertinente, y que visualiza nuevas posibilidades explicativas sobre quiénes somos, sin tomar en cuenta a Dios cómo única plausible teoría, pues
“la teoría de la evolución ofrece, con suficiencia de recursos, una explicación racional y empíricamente sustentada, sobre el desarrollo de la vida y su actual diversidad, sin necesidad de apelar a un ente creador o diseñador. En otras palabras, la teoría de la evolución liquida la posibilidad de defender una teología natural en el plano de la biología (…) no permite apreciar a la naturaleza como prueba de la existencia de Dios”. (2009:118).
No menos importantes son las implicaciones que dicha teoría genera en el seno de algunos sectores religiosos como el protestantismo, pues “si Darwin y sus seguidores están en lo cierto, entonces el relato sobre el origen de las especies, y del hombre en particular, contenido en los dos primeros capítulos del Génesis, no puede ser literalmente verdadero”. Es por esto que el libro “El darwinismo y la religión”, aborda en modo ecuánime una visión plural de aquellas teorías que contrarrestan las posiciones de Darwin, explicando las fallas y debilidades de las mismas, asimismo enfatizando los puntos fuertes e interesantes de estas propuestas.
Por esto resulta interesante ver en esta obra de Andrade, el recorrido histórico de las teorías que explicarían alternativas al punto de vista de Darwin, tales como:
- El creacionismo, “doctrina religiosa que postula que el universo ha sido creado por una divinidad” (2009:152).
- El catastrofismo, con Cuvier como representante, consideraba “que la actual conformación geológica de la Tierra obedece a una serie de catástrofes, presumiblemente comandas por Dios, la última de las cuales fue el Gran Diluvio Universal narrado en el libro de Génesis” (2009:95).
- La teoría del diseño inteligente, que sostiene la incapacidad de la evolución para generar ciertas estructuras complejas, y que éstas son posibles gracias a un diseñador, que las ha preconcebido.
- La ortogénesis, hipótesis según la cual la vida tiene una tendencia intrínseca a evolucionar en un solo sentido, como resultado de una misteriosa fuerza motora (2009:240).
El intelecto humano ha demostrado que el poder la observación y de los hechos empíricos pueden dar con el paso del tiempo nuevas conjeturas, las cuales, siguiendo el rigor científico de la falsabilidad de la ciencia de Popper, podrían incluso evidenciar otros supuestos teóricos que contrarrestarían a Darwin y lo refutarían, no hay duda, pero por los momentos el legado darwiniano es el que mejor sustenta una explicación del mundo, y es el que sigue vigente. Dios en esta complejidad sigue siendo nuestro enigma que nos hace sentir bien y esperanzados en un mundo donde sólo la incertidumbre parece reinar. Tal vez como dice Andrade, estemos programados genéticamente para creer en un ser superior aún sin la menor prueba de su existencia. La discusión sigue y seguirá en pie, como las preguntas que se señalaron al principio, las cuales aún no encuentran una respuesta satisfactoria ni en la ciencia ni en la religión.

2 comentarios:

  1. Hola, he escuchado que la teoría de la evolución surgió como una alternativa a la idea de que los organismos fueron creados directamente y que puede que sin esta idea religiosa, la evolución simplemente habría pasado inadvertida al no tener nada que la contrastara.¿Abordas esto en tu libro?¿Como y donde consigo ese libro? Soy de Colombia. Gracias, me gusta tu blog.

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    1. Hola, no, no abordo eso en mi libro. Puedes conseguir mi libro acá:http://www.amazon.es/El-darwinismo-y-religi%C3%B3n-Difunde/dp/8481025534

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